domingo, 30 de marzo de 2008

LA IRRESISTIBLE CAÍDA DE LA REPÚBLICA DE WEIMAR



Hace un par de semanas leí una novela de Eric Ambler (Londres 1998 - 1998) titulada "Epitafio para un espía". Como todas las de Ambler, se trata de una historia excelente, llevada con ágil pulso narrativo y llena de reflexiones políticas de altura. Me sorprendió especialmente su retrato de la socialdemocracia alemana de entre guerras. Todo lo que dice le suena a uno a conocido...

"El problema de la socialdemocracia alemana de la posguerra era que sostenía con una mano lo que trataba de combatir con la otra. Creía en la libertad del capitalismo individualista para explotar al trabajador, y en la libertad del obrero para organizar sus sindicatos y combatir al capitalista. Su gran ilusión era la confianza en las posibilidades ilimitadas del compromiso. La socialdemocracia pensó que podría construir la Utopía dentro de la Constitución de Weimar, que la única concepción política sublime era el reformismo, y que las podridas estructuras económicas del mundo podían ser apuntaladas en su base material procedente de la cumbre. Y lo peor de todo, creía en la posibilidad de enfrentarse a la fuerza bruta con la buena voluntad, como si se pudiese tratar a un perro rabioso acariciándolo. En 1933 la socialdemocracia alemana fue herida fatalmente y murió en rápida agonía".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Apagafuegos de las revoluciones, ese ha sido el papel histórico de la socialdemocracia.

Antes de que los nazis llegaran al poder por las urnas, la socialdemocracia alemana -dirigida por su jefe Fiedrich Ebert, se había empleado en sofocar el levantamiento obrero en 1919 echando mano de los "freikorps", que asesinaron a culatazos a Rosa Luxemburgo y tiraron su cuerpo al río. Su compañero Liebcknecht murió de un tiro en la nuca y fue enterrado en una fosa común.

En España, en 1936, la socialdemocracia y el PCE enterraron la revolución, aquel corto venaro de la anarquía. Por eso el trajín de la "memoria histórica" duele tanto, levanta tantas ampollas.

Ni a la muerte de Franco ni ahora hemos tenido en España una situción revolucionaria. El Estado, con la socialdemocracia a la cabeza, tiene muchos resortes para controlar y reprimir a los díscolos sociales.

La socialmecracia de hoy es la derecha sin más. A su lado, diez millones de votantes apoyan incondicionalmente a la ultraderecha. Por la izquierda el vació da vértigo. Ese es el problema. Las izquierdas podrían haber sido otra cosa sino hubieran ocurrido aberraciones como los "pactos de la Moncloa". Ahora la cuestión es que hay casi que empezar de nuevo.

Siguiendo con la historia. La noche misma de su asesinato, Rosa Luxemburgo escribió:

"El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota.
'¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!
(El Orden reina en Berlín)

¡Cuánta ingenuidad en los más lúcidos!

El nazismo alemán subió al poder y para tumbarlo hizo falta una Segunda Guerra Mundial. Los millones de muertos que costó no salieron gratis. Sin embargo, mecanismos de control, adocenamiento y represión propios del nazismo han quedado incrustados en los Estados. La democracia es un camelo.

Salud. Sentadito en la escaalera.