viernes, 17 de agosto de 2007

SUPERSTICIONES



Las supersticiones, aunque parezca mentira, siguen moviendo poderosos hilos y mucho dinero, así que seamos serios a la hora de definirlas. Según el Diccionario de la Real Academia, la superstición es “la creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón”. En esta definición destaca la fineza política de la Academia para no meterse en embolados.

Con igual tacto, pero sin morderse la lengua, el diccionario de María Moliner pone las cosas en su sitio: “superstición es la creencia en alguna influencia no explicable por la razón en las cosas del mundo”. Esta amplia definición nos satisface porque ahí caben muchas cosas.

En las supersticiones, como en todo, hay grados. Están esas pequeñas manías sobre el número trece, las herraduras o la sal derramada. Claro, que de ahí se puede pasar al campo de la cartomancia, la astrología o la quiromancia. Pero esto es solo la puerta de entrada al reino del oscurantismo.

Un paso más allá se encuentran los peligros reales, en forma de sectas y pseudo-ciencias. En esta galería de horrores encontramos la cienciología, la eugenesia, el biomagnetismo, la cromoterapia y demás mandangas que, presentadas muy seriamente, logran desplumar a los incautos y envenenar las mentes de sus acólitos.

Para evitar caer en estos infiernos terrenales, recomendamos mucha lectura, espíritu crítico y grandes dosis de sentido común. Eso, y la firme voluntad de no caer en la superstición, como propone Steve Wonder. (Ver vídeo)

P.D. : Y sí, de las religiones, ya hablaremos otro día.

jueves, 16 de agosto de 2007

BANDERAS



En la desoladora foto de arriba vemos a unos individuos negando una bandera para afirmar otra. Y es que, a veces, la miopía mental solo permite ver las diferencias entre telas y no las similitudes.

Según ha demostrado largamente la historia, la bandera es un elemento más peligroso aún que la nitroglicerina, si juzgamos por la cantidad de muertos que se le pueden atribuir. Y no debería ser así, porque en principio, las banderas no son más que elementos al servicio de la comunicación, como las comas o los adverbios. Existen todavía muchos campos en los que las banderas sirven para entenderse antes que para cualquier otra cosa, cual es el caso de las banderas de señales en navegación.

Pero la realidad es que el origen de las banderas es estrictamente castrense, y por tanto, muy relacionado con la efusión de sangre. Los estudiosos no se ponen de acuerdo en dónde se utilizaron las primeras banderas, si fue en China o en Roma, pero lo que está claro es que tenían un uso militar.

Con el paso del tiempo, las banderas militares se fueron asimilando a las nacionales, siendo Dinamarca el primer país que adoptó una bandera nacional, allá por el siglo XV. Claro, que su uso diplomático no menguó la peligrosidad de estos trapos por los que tanto se ha matado a diestro y siniestro. Tal parece que las banderas, incluso en tiempos de paz, se enarbolan más para ponerlas en contra de alguien que para lucirlas en provecho propio. Y de eso en España sabemos mucho.

Personalmente soy de los que piensan que banderas ni las nuestras, pero puestos a elegir me quedo con la bandera blanca que glosa Franco Battiato en esta canción. (Ver vídeo)

martes, 14 de agosto de 2007

BOMBA ATÓMICA



La bomba atómica es al arma de destrucción masiva por excelencia, casi un icono de la paranoia popular contemporánea.

Hay varios tipos de bombas atómicas. El más primitivo es la bomba de fisión, que obtiene su energía destructora de la partición de un núcleo pesado, generalmente de uranio o plutonio. Así era la primera bomba atómica que se hizo explotar, el 16 de julio de 1945, en el desierto de Alamogordo, en Nuevo Méjico, Estados Unidos.

Más tarde se inventó la bomba de fusión o bomba termonuclear, conocida popularmente como “bomba h”. Su poder era inmensamente superior a la anterior. Valga un detalle: una “bomba h” utiliza como detonador una bomba atómica. Se probó por primera vez en 1952, en una isla del Océano Pacífico. En la explosión se alcanzó la temperatura de 15 millones de grados. La isla sencillamente se vaporizó.

Rizando el rizo de la sevicia, en los años 70 se inventó la bomba de neutrones, que produce una débil onda expansiva pero genera una radiación intensa y puntual. Tiene la ventaja de que mata mucho pero no destruye las infraestructuras. Todo un logro.

Y en esas estamos al día de hoy, con una decena de países de poco fiar al mando de los botones nucleares y procurando olvidar que el 6 y el 9 de agosto de 1945 hubo quien tuvo el cuajo de lanzar bombas atómicas sobre ciudades habitadas, matando en el acto a 200.000 personas. Merece la pena pensar sobre ello, como hace Boris Vian en esta canción: "la Java des Bombes Atomiques". (ver vídeo)



domingo, 1 de julio de 2007

GUARDANDO LAS FORMAS

A veces, mantener las formas sociales de cortesía -saludar, por ejemplo- nos impide gozar de algunos placeres sencillos; fumar, sin ir más lejos. Ante esta disyuntiva, lo mejor es tomarse las cosas con humor, como Chuck E. Weiss.

sábado, 30 de junio de 2007

ORGULLO



Curiosa instantánea de dos individuos que jamás han encontrado un motivo para sentirse orgullosos y, sin embargo, abanderan las celebraciones del Dia del Orgullo Fatuo.

viernes, 15 de junio de 2007

Screamin' Jay Hawkins and Gainsbourg - Constipation blues

DUELO DE PEDORRETAS EN EL OK CORRAL DE GAINSBOURG Y SCREAMING JAY HAWKINS

jueves, 14 de junio de 2007

EXPERIMENTOS



Numerosos experimentos realizados en las plazas de París entre 1793 y 1794 demostraron fehacientemente que la sangre azul fluye roja a la luz del día. No le demos la espalda a la ciencia.

SIN AMNISTIA



El Vaticano retira su apoyo a Amnistía Internacional. En justa correspondencia, retiremos internacionalmente cualquier esperanza de amnistía al Vaticano.

jueves, 7 de junio de 2007

VUELVE LA TABARRA



ETA vuelve a la carga. Y con ella vuelve el amarillismo mediático, la marrullería política y la manipulación estadística. Vuelve el ruido.

Según datos de la Agencia Internacional Contra el Cáncer (IARC), en el año 2002 murieron en España 94.263 personas por la maldita enfermedad.

En un estudio realizado por el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) se da cuenta de que en el periodo 2000 - 2005 murieron en España 23.338 personas por accidentes de tráfico. El economista Antonio Lladó deslizó en ese mismo estudio el macabro dato de que los accidentes mortales ocurridos durante el año 2004 supusieron un gasto de 4.174 millones de euros, equivalente a un 0’46% del PIB.

Según estadísticas del Ministerio de Trabajo, en el primer trimestre del presente año las muertes por accidentes laborales ascienden a 317, lo que sitúa a nuestra país en el primer lugar en este tipo de estadísticas dentro del marco de la Unión Europea.

Como todos sabemos, porque la prensa no se cansa de decirlo y el Ministerio del Interior lo ratifica con datos, los muertos por ETA en cuatro décadas de actividad han sido 817, sin contar, claro está, la matanza del 11M, para desesperación de los acólitos de la “teoría de la conspiración”.

Atención, pregunta:
¿Cuánto tiempo más va a girar la política de este país alrededor de la actividad -criminal, sin duda- de los cachorros de la burguesía vasca?
¿Cuánto tiempo más vamos a estar sin poner solución a los problemas que matan a mansalva para prestar atención a los asesinatos de una mafia regional?
¿Cuánto tiempo más va a figurar el terrorismo entre las principales preocupaciones de los españoles?
¿Cuánto tiempo más vamos a sufrir el adoctrinamiento mental de los medios?
¿Cuánto tiempo más veremos en portada las almorranas de De Juana Chaos?

La respuesta buena es:
Estaremos así todo el tiempo que la tabarra etarra continúe dando réditos políticos y económicos.

PERTURBACIONES



Dice El País: "Un perturbado intenta saltar sobre el vehículo del Papa".
¿Un perturbado? Alguien que se tira al cuello de un canalla es una persona en sus cabales, además de un hombre de bien.

lunes, 28 de mayo de 2007

RESACA



La democracia es el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que nos merecemos. (George Bernard Shaw)

viernes, 11 de mayo de 2007

VUELVE EL OSCURANTISMO



Leído en la prensa a lo largo del último mes.

La Comisión Teológica Internacional, dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha dictaminado que “existen serias razones teológicas para creer que los niños no bautizados se salvarán y disfrutarán de la visión de Dios”.

Benedicto XVI exhorta a los cristianos a “combatir el relativismo y la laicidad imperante”, y avisa que “el infierno, del que se habla poco en este tiempo, es real y existe”.

El arzobispo de Pamplona , Fernando Sebastián Aguilar, afirma en un documento publicado en la página web de la Iglesia católica navarra que partidos de extrema derecha, entre otros Falange Española de las JONS y Alternativa Española, "son dignos de consideración y de apoyo".

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha anunciado hoy que está organizando una peregrinación multitudinaria a Roma el próximo otoño para que los católicos españoles asistan a la beatificación de 498 "mártires" de la Guerra Civil. El portavoz de la CEE, Juan Antonio Martínez Camino, ha asegurado que "la memoria de los mártires no es una memoria contra nadie", sino "un aliento para fomentar la reconciliación" en España en un momento en que "parece amenazada".

En Petersburg (Kentuky, USA) se ha inaugurado un museo del creacionismo. Según este pensamiento pseudo-científico, sustentado por la “teoría del diseño inteligente”, la Biblia hay que interpretarla literalmente: el mundo fue creado por Dios en seis días, y el séptimo descanso. A la entrada del museo se puede leer un cartel que reza así: “Prepárense para creer”. El 45% de los estadounidenses cree que Dios creo a los humanos tal como son hoy día, a su imagen y semejanza, hace unos 10.000 años. Solo el 25% de los ciudadanos de EE.UU. comparten el principio de la teoría de la evolución de Darwin. El 65% de ellos quieren que en los colegios se impartan por igual las teorías creacionistas y evolucionistas. Tres de los diez aspirantes republicanos a la Casa Blanca son devotos creacionistas.

Durante su viaje a Brasil, Benedicto XVI ha asegurado que "no es nada nuevo" la excomunión de los legisladores que respaldaron la legalización del aborto en las primeras 12 semanas de embarazo en la Ciudad de México, ya que, según ha afirmado, "así está previsto en la doctrina de la Iglesia".

Leído en el diccionario (María Moliner)

Fe: Es la creencia en algo sin necesidad de que esté confirmado por la experiencia o por la razón propia

Superstición: Es la creencia en alguna influencia no explicable por la razón en las cosas del mundo

Ciencia: El objeto de la ciencia es el conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas, y para ello usa como herramientas la razón y la experimentación

lunes, 23 de abril de 2007

NO HAY INDIO BUENO, SINO...



Tras la primera vuelta de las elecciones francesas, ya hemos tenido que escuchar a los analistas políticos derrapar en las curvas. Por lo oído Y leído, todos coinciden en señalar que el buen resultado de Sarkozy y la bajada en votos de Le Pen son cosa del mecanismo físico de los vasos comunicantes. Lo curioso es que haya quien se alegre del dato, argumentando que si Sarkozy es capaz de atraer el voto de la extrema derecha, esta ira ahormandose de razón, según los usos y costumbres de la democracia republicana. Y eso es mucho decir.

En España hemos tenido que aguantar reiteradamente, entre otras muchas mixtificaciones de la política, la especie de que la gran aportación de Fraga, y luego de Aznar, ha sido la de unir a la derecha y desmovilizar a la extrema derecha. Esos sabios análisis, además de a periodistas a sueldo de distintas banderías, se los hemos podido escuchar a gente como Felipe González y Jose Luis Rodríguez Zapatero. Desgraciadamente, la realidad ha venido, si no a desmentir, sí a matizar esta optimista visión de la jugada. Lo que ha conseguido en España el Partido Popular -y antes Alianza Popular- no ha sido aquello tan bonito de “desmovilizar el voto de extrema derecha”, sino que lo han incluido, con toda su capacidad de presión política, en un partido de gobierno. Las consecuencias de este desatino las hemos padecido durante los ocho años de gobierno del P.P., los que llevamos con el dichoso partido en la oposición, y lo que te rondaré morena.

Con la extrema derecha hay que tener un extremo cuidado. No conviene pensar que se les puede asimilar tan fácilmente, porque no están hechos de la misma pasta que el resto de la gente y, además, son muchos; muchos más de los soportables. Sin llegar a equiparar a este tipo de gente a lo que opinaba John Wayne de los indios, la cosa va por esos tiros. No les arriendo las ganancias a los franceses si acaban coronando a Sarkozy como su rey republicano si lleva bajo el manto de armiño los huevos de la serpiente.

miércoles, 18 de abril de 2007

EL ESPEJO



La última perla de la Comunidad de Madrid, tan pizpiretamente gobernada por Esperanza Aguirre, es un anuncio que se repite en la televisión local. Bajo el lema “Espejo de lo que somos” suena un tema de Lou Reed: “I’ll be your mirror”. En pantalla aparecen distintos paniaguados del P.P. portando un espejo y poniendo cara de circunstancias.

Hace poco utilicé esa misma canción para “ilustrar” un programa de radio dedicado a las neuronas espejo. Estas células son las responsables de nuestra capacidad de aprender, en un sentido amplio de la palabra. Funcionan como auténticos replicantes de los impulsos que nos llegan del exterior. Un ejemplo: son las responsables de que se nos peguen los bostezos, o de la risa contagiosa, sin ir más lejos. Pero vayamos más lejos. Las neuronas espejo son las que nos permiten aprender a hablar, interpretar los gestos de otra persona, compartir experiencias ajenas, entender lo que le pasa a alguien, sufrir con el dolor ajeno o alegrarnos de la felicidad de otros. Son las células de la empatía. Todos los animales tienen estas neuronas, pero nosotros nos llevamos la palma. Sin nuestra enorme carga de células espejo, los humanos no podríamos tener una vida social compleja, no habríamos desarrollado sofisticados métodos de comunicación, no existirían ni la cultura ni el arte. Peor aún, no existirían ni el amor ni la amistad.

Las neuronas espejo nos ponen en el lugar del otro, nos permiten sentir en común, y cuando el espejo se empaña... mala cosa, porque estamos ante un egoísta crónico en el mejor de los casos; ante autista o frente a un asesino, en el peor. Y si el espejo se torna opaco, nos volvemos locos. A menos, claro, que un amigo nos eche una mano, como canta Lou Reed en esa canción: “Seré tu espejo / Reflejaré lo que eres / en caso de que no lo sepas”.

La empatía, sin embargo, no es patrimonio de la derecha, sino todo lo contrario. El fondo moral de la ideología de derechas no incluye la preocupación por los demás, sino el sálvese quien pueda, la ley del más fuerte, el “darwinismo social” del que son tan afectos. Que ahora los lobos quieran disfrazarse de corderos no deja de ser la última maniobra bufa de la derecha a la española. Si es verdad aquello de que la cara es el espejo del alma, en su caso el espejo debe reflejar unas caras de hormigón armado.

sábado, 14 de abril de 2007

LA LEYENDA DEL QUINTO BEATLE



Leo en el periódico la siguiente noticia: “El quinto Beatle. Neil Aspinall deja la compañía del grupo tras más de 40 años. Fue quien registró la marca Apple y demandó a EMI y Apple Computer”. ¡Caramba con el quinto! Lo más sorprendente de todo es que uno recuerda haber oído hablar del “quinto Beatle” en otras ocasiones y con otros protagonistas. George Martin -hoy Sir George Martin- ha sido el “quinto Beatle” por excelencia durante años. Productor y arreglista del cuarteto, fue quien dirigió sus pasos musicales a lo largo de la mayor parte de su carrera. Otro “quinto Beatle” notable fue Brian Epstein, manager y descubridor de la banda. Billy Preston, con su simpático protagonismo en “Get Back” también fue llamado el “quinto Beatle”, así como Klaus Voormann, bajista y dibujante alemán al que corresponde la autoría de la portada del álbum Revolver. De hecho, Aspinall solo fue chofer y road manager de los de Liverpool durante años, hasta que le dieron cargos de responsabilidad en Apple, compañía en la que supo trepar hasta los más altos puestos directivos. Menos acierto tuvo otro “quinto Beatle”, Mal Evans, que también fue road manager de la banda, además de aporrear percusiones en alguna canción y meter voces en “Yellow Submarine. Pero si queremos encontrar al auténtico “quinto Beatle” habría que buscar a alguien que realmente detentara ese titulo alguna vez, e incluso así nos saldría más de uno. Para empezar hay que recordar a Pete Best, batería original de la banda, que fuera defenestrado por indicación de otro “quinto Beatle”, el ya nombrado George Martin. Pero tampoco se nos puede olvidar Stu Stucliffe, amigo íntimo de Lennon y primer bajista del grupo, cuando aún no eran nadie y Paul McCartney tocaba la segunda guitarra.
Total, que nos han salido siete “quintos Beatles”, y eso sin contar a Yoko Ono ni a Linda Eastman, a las que en alguna gacetilla también se les atribuyó el trillado título. Mucho Beatle me parece a mi, casi bastantes como para llenar con sus efigies una nueva versión de la portada del “Sgt. Peppers”. Y mucha desidia hay en titular a estas alturas un artículo con tan manoseada fórmula. Debe ser que para la prensa nunca hay quinto malo.

viernes, 13 de abril de 2007

UNA EXCENTRICIDAD



Va uno por la calle y le pregunta al primero que pasa: ¿A usted le gusta la música? La respuesta, invariablemente, es sí. Pero lo más probable es que mienta. No se trata de una mentira a sabiendas, no es como cuando se le pregunta a la gente si le gusta leer, a lo que todo el mundo contesta que sí, cuando las estadísticas dicen que más de la mitad de los españoles no han leído ni un solo libro en toda su vida. Con respecto a la música hay un equívoco generalizado. La gente cree que le gusta la música porque consume música, pero no es lo mismo. Uno escucha música casi sin darse cuenta. No sucede igual con otras formas de arte. Para ver cine o teatro hay que buscar el momento, desplazarse a una sala concreta y pagar la entrada. La música, sin embargo, entra sola, es un sonido de fondo que nos acompaña en todas partes, la mayoría de las veces sin elegirlo ni buscarlo. Y como la industria de la música genera constantemente somas perfectamente digeribles, quien más quien menos, todos nos encontramos tarareando una tonadilla resultona en algún momento. ¿Nos gusta? No, la usamos.



La música se ha usado siempre. Ese es el origen de los folclores, músicas que se usaban para trabajar, para las bodas o para las fiestas. Músicas más elaboradas, músicas cortesanas, eran solo patrimonio de unos pocos, gente elegida, cultivada. Fue así hasta la invención de los primeros fonógrafos. A lo largo del siglo XX la música se popularizó de una manera nunca vista. La gente tuvo, por primera vez en la historia, acceso a todo tipo de músicas. Durante un tiempo, la música estuvo en pie de igualdad con otras artes: quien gustaba de ella podía disfrutarla a placer, y a quien no le hiciera gracia, podía darle de lado. Y en esto llegó el rock. Durante la década de los sesenta, el rock fue la banda sonora de una revolución social a escala mundial. Estuvo muy bien, la verdad. Lo malo es que ahora vivimos la resaca. El rock -en todas sus derivaciones- se ha convertido en el primer folclore global que jamás haya existido, de manera que todo el mundo lo usa, pero poca gente lo escucha.



¿Cuál es la diferencia entre usar y escuchar? Es frecuente encontrar gente que asegura rotundamente que “la música que se hace ahora es una mierda; para música, la de mis tiempos”. Lo que están queriendo decir es que la única música que escucharon con alguna atención fue la de sus tiempos, o sea, la de cuando eran jóvenes. A este respecto no hay que olvidar el eterno eslogan del rock y similares: “para ti que eres joven”. Tendemos a pensar, pues, que no se hacen ahora músicas tan evocadoras como cuando éramos jóvenes. Falso. Cada vez se hace más y mejor música. Bien es cierto que la mayoría no pasa del calificativo de “producto” que les dan las propias compañías discográficas, pero entre tanto “producto” siempre hay algo de chicha de verdad, y la proporción entre lo aprovechable y lo desechable no ha variado significativamente en décadas. Lo malo es que la buena música está sepultada entre toneladas de detritus sonoros.



Entonces, ¿por qué no hay gusto por la música? La respuesta, como para cualquier otro arte, es la misma: por falta de educación. En este sentido, la situación varía de un país a otro. En Alemania, donde es más difícil encontrar alguien que no sepa tocar ningún instrumento que al revés, hay algo más de aprecio por la música que en España, por poner un ejemplo. Aquí salimos del bachillerato en un estado de virginidad cultural tan aséptico que es posible hacer creer a todo el país cualquier cosa: que Almodovar es un gran cineasta, que Elvira Lindo es una buena escritora o que Raphael es un genio. Hay muchos más ejemplos: ponlos tu mismo.



Tengo colegas con los que hablo, cual letanía largamente fermentada, de lo mala que está la profesión, la de periodista musical, se entiende. ¿Y cómo no iba a estarlo? ¿A quién le puede interesar en España la información musical? En los momentos más calientes de la tan manoseada “movida” vivimos el espejismo de que algo se estaba moviendo realmente. Solo era el lejano run run de las máquinas registradoras. A día de hoy, todo está en su sitio, por lo menos en lo que a la música respecta: no le interesa a nadie. Las revistas musicales tienen tiradas de risa, las radios están encalladas en la payola institucionalizada, la tele no quiere saber nada del asunto... Ser periodista musical en España es como ser periodista taurino en Bristol: una excentricidad.

lunes, 26 de marzo de 2007

300



Se oyen todo tipo de sandeces a cuenta de la película “300”. Los iraníes se quejan de que los persas salgan como malos y maricones. Los adalides de lo políticamente light tiemblan ante la cantidad de sangre derramada por fotograma (¿y qué esperaban en un peplum de guerra?). La izquierda sin segundas vueltas señala que el tal Leonidas era un facha y punto. Y los fachas, por su parte, afirman que aquellos espartanos sabían defender su libertad frente al enemigo, no como otros.

El director de la película apunta un poco más alto reflexionando así: si los espartanos no se hubieran inmolado en el paso de las Termópilas, Grecia habría sido anexionada al Imperio Persa y no hubiera surgido allí el germen del pensamiento occidental. Esta línea puede afinarse un poco. En efecto, sin la machada de Leonidas y sus muchachos, la Grecia clásica, la de Sófocles y Eurípides, no habría existido. El legado griego, sobre todo en los campos de la filosofía y la política, habría sido mediatizado por la dominación persa. Pero hay otra consideración. Todo lo bueno que dio el pensamiento griego se salvó, curiosamente, por el sacrificio de aquellos que lo combatían a sangre y fuego. Esparta era una dictadura militar de la peor especie. Allí nunca hubo espacio para la cultura ni las libertades. La sesgada democracia ateniense era un paraíso comparada con lo que había en Esparta, que durante décadas estuvo en guerra con Atenas. De manera que la épica batalla entre unos pre-nazis y un imperio teocrático dio como resultado que la filosofía griega pudiera florecer y acabara matando a dios de una vez. La gesta de las Termópilas fue ciertamente determinante, pero si los espartanos obraron de forma suicida fue por sus alianzas políticas en tiempos de guerra y, sobre todo, porque no les quedaba otro camino: no hay más que leer la historia.

Leonidas no era ningún héroe, sino una bestia. Sus hoplitas no luchaban por la libertad, sino por sus privilegios. Hacen bien los fachas de aquí y ahora en adorar al rey Leonidas, pues son de la misma pasta. Bueno, de la misma no: Leonidas iba a la batalla al frente de los suyos y era el primero en recibir las tortas.

jueves, 22 de marzo de 2007

¿QUÉ ES PEOR, UN NUEVO RICO O UN MILLONARIO DE LA ARISTOCRACIA?



Reconozcámoslo: somos un país de nuevos ricos. En las últimas décadas España se ha transformado espectacularmente. Los fondos de cohesión comunitarios han florecido como un plan Marshall exprés y han regado de millones un país secularmente pobre. Así las cosas, nos hemos convertido en un parque temático de nuevos ricos, de gente cuya bonanza sobrevenida les ha dejado con las vergüenzas al aire. Compramos, sin gusto ni criterio, segundas viviendas, cuatro por cuatros y ropa de Fulano de Tal. Lo que sea menos un libro. Aceptamos como zombies los nuevos menús y las nuevas minutas. Jugamos al golf, pagamos a arquitectos enloquecidos para que nos construyan monstruosidades carísimas y nos llevamos las manos a la cabeza por lo mal que habla español el servicio. Hacemos todo eso -y más- sin habernos quitado todavía el olor a ajo y aceitunas. Nos miramos el ombligo y lo encontramos pluscuamperfecto. Somos, coyunturalmente, unos triunfadores. Damos asco.

Antes no era así. El pueblo vivía de su ínfimo peculio, así que solo se podía ser rico en virtudes, ya fueran integradas o apocalípticas. Los ricos eran otros, los de siempre. Esos siguen siendo ricos, inmensamente ricos. Son gente que no es de este mundo. Son los dueños de la tierra, de las almas y de los intereses. Siguen partiendo el bacalao, aunque ya no son odiados ni reverenciados. Ahora simplemente los envidiamos. Esos seres que se creen íntimamente superiores por mor de su linaje de curso legal han venido a convertirse en el espejo en el que nos miramos. Vamos, pues, por el buen camino.

sábado, 10 de marzo de 2007

RABIA



El María Moliner da tres definiciones de la palabra rabia:

-Estado de enfado que se exterioriza con manifestaciones violentas, como gritos, golpes o ademanes descompuestos.

-Enfado o disgusto violento producido, por ejemplo, por algo que sale o resulta distinto de como se desea, por una oportunidad desperdiciada, por envidia de que otro consiga lo que uno mismo quiere, o por algo que le sucede bien a alguien a quien se tiene antipatía.

-Enfermedad infecciosa que ataca a algunos animales, particularmente al perro, y que, por mordedura de él, se transmite a otros y al hombre.


Las tres son pertinentes.

jueves, 8 de marzo de 2007

EL COLEGIO



Ya es un lugar común describir la actitud de congresistas y senadores como la de unos colegiales maleducados. Tras cada bronca, los bien pensantes de turno hablan de la vergüenza que produce semejante comportamiento entre gentes de tan alta alcurnia como son los representantes del pueblo español. No lo entiendo, la verdad. Creo que son unos cabales “representantes”, puesto que llevan a las cámaras las mismas actitudes, y en las mismas proporciones sectoriales, que vemos todos los días en la calle. Los más broncos, ya se sabe, los de la derecha, que se adornan con las virtudes chulescas del señorito español, la osadía de la ignorancia y el servilismo castrense de los franquistas. Menos bullangueros, pero gamberretes al fin y al cabo, los socialistas, tan nuevos ricos ellos y tan prepotentemente crecidos en su molde de español del nuevo siglo. Más calladitos son los de IU, que aún conservan algo de humildad de clase, sobre todo porque no son más que cuatro gatos. Los catalanes, desde luego, los más educados, con esas calvas enceradas de europeismo. Los vascos tampoco meten mucho ruido, quizás por la impresión que les produce estar en tierra extraña. Bueno, no todos los vascos, porque cuando todavía aparecían por el Parlamento los chicos de la gasolina, la montaban, pero claro, es que los españolitos fachas, aunque se sueñen vascos y de izquierdas, son así.
¿Alguien esperaba tener unos parlamentarios bien educados, razonables, inteligentes y respetuosos? Si es así, se ha equivocado de país.

domingo, 4 de marzo de 2007

LA ÚLTIMA VEZ



La última vez que lo intentaron estuvieron tres legislaturas en la oposición.
Y la última vez que lo consiguieron estuvieron cuarenta años en el poder.

domingo, 18 de febrero de 2007

FOTOGRAFÍAS MAYESTÁTICAS



Portada de una revista: dos fotos enfrentadas ilustran un artículo titulado “Hijos de rey”. La cosa da que pensar. En una se ve el busto de un príncipe de la nobleza. La otra es de similar corte, pero muestra a un bastardo, hermano del anterior e hijo ilegítimo de un rey tarambana. Las fotos elegidas no son casuales. Tratan de reflejar el parecido físico entre ambos personajes. Objetivo conseguido: la similitud es evidente. Pero hay más. Los retratos no sólo subrayan el aire de familia, sino que también marcan las diferencias de cuna. La del noble “pata negra” es una foto de estudio, un retrato en el que se ha cuidado la luz, la textura, el escorzo, la pose. La otra es una foto tomada a capón.

El príncipe verdadero compone un gesto gallardo, con la mirada fija en un destino personal (en lo universal, por supuesto) que ha de coronar con su férrea voluntad. La faz del intruso revela la otra cara de la moneda real: no es más que un fantoche. Cada rasgo de uno sugiere el del otro, pero también lo rechaza. Mientras que la frente del honorable está surcada por unas viriles arrugas, la del impostor es lisa como una tabla; donde el noble tiene un sutil lunar frontal, cual satélite que rindiera pleitesía a un Júpiter entre los hombres, el degenerado luce la vergüenza de una piel llena de manchas prosaicas, descolorida y llena de parches. Los ojos del gran señor son los de un actor del Hollywood de los buenos tiempos: claros y perfectamente enmarcados en unos párpados que transmiten firmeza; los del aborto son los de un besugo sin vida. La nariz del noble, hábilmente perfilada por las sombras y las luces, aparece recta y atractiva, superando la evidencia de su real fisonomía; la del impuro es un descomunal escombro lleno de pecas, un estrambote quebrado que sólo mueve a risa. La boca del asentado en la realeza también está beneficiada por las artes fotográficas: el belfo bobalicón, estigma de la familia, ha sido corregido con una marcada sombra, convirtiendo su severa mueca en una cumbre de seguridad en uno mismo. La boca del desahuciado de la majestad es atroz, sus desparramados labios se esfuerzan en un mohín que quiere reflejar determinación y sólo consigue evidenciar el patetismo de un flotador a medio hinchar. Las orejas del príncipe, feas y raras como cualquier oreja humana, logran el aprobado justito en el compromiso de pasar inadvertidas, pese a su buen tamaño. Las del inclusero son horriblemente deformes, una ensaimada de carne brillante y retorcida, cruzada de pliegues contra natura. La barbilla del bueno, con un hoyo apenas insinuado, combina prudencia y arrogancia. La del malo está surcada por dos arrugas que la transforman en un culo minúsculo, repugnante y fuera de lugar. La sobria majestad del cabello del original contrasta con los pelos aceitosos de la copia, rematados por unos caracolillos infames a la altura de la nuca. Si el primero está pluscuamperfectamente afeitado, el segundo luce unos adornos ridículos: bigote y perilla peinados hacia arriba, dos parches de estopa usada en labores de fontanería.

Las diferencias de ambos retratos son más que las descritas. La fundamental es la diferencia de clase: uno es y otro no es. El afortunado por el destino, sin duda clónico del desgraciado, ha conseguido que la memoria de su imagen mienta convenientemente acerca de sus deformidades externas e internas. El desheredado no ha podido aspirar a tanto. Sin embargo, es éste el que tira de la manta de la realeza, descubriéndonos su imagen más veraz.

domingo, 4 de febrero de 2007

ELOGIO DEL ATRACO


Quisiera ser atracador de bancos. Sería una profesión a la que me dedicaría con entero gusto, sobre todo moralmente. Desde el punto de vista de la ideología política, atracar un banco - una compañía de seguros, un furgón blindado o la nómina de cualquier multinacional- es una actividad que reporta lo mejor de ambos mundos. Por una parte, la subversión de los valores del capitalismo está garantizada tanto por el ataque a la propiedad privada como por el desprecio a la legislación vigente. Por otra, el enriquecimiento personal, como meta a alcanzar, está en sintonía con los postulados de la sociedad de mercado. De esta manera, sin ser como los viejos anarquistas, que atracaban bancos mientras vivían en la pobreza, se consigue una redistribución de la riqueza muy localizada, pero redistribución al fin. Satisfechas de esta manera la conciencia ideológica y las necesidades económicas, el atraco de bancos resulta ser la actividad más recomendable para un hombre de bien que quiera prosperar. Es mi caso.

MAS A LA IZQUIERDA


Debía tener doce años cuando mi padre me soltó lo siguiente: “La diferencia entre la izquierda y la derecha es que la izquierda tiene un buen concepto del hombre y la derecha no”. Me costó treinta años entender esta pieza magistral de filosofía política. La izquierda, desde un punto de vista moral, se fundamenta en que el hombre es bueno, en que aprovechando esa buena disposición natural hay que arrimar el hombro, ser solidario con el esfuerzo común, compasivo con la desgracia ajena. Todo esto no es más que ahondar en los caracteres que nos han hecho humanos. Sin ellos, no habríamos llegado a ninguna parte. Son parte fundamental de la estrategia de supervivencia de nuestra especie.

La derecha, sin embargo, cojea del pie contrario. Desconfía del hombre. Por eso su esencia es represiva, policial, clasista. Para la derecha hay que poner a la gente en su sitio, tiene que fragmentarse la sociedad en jerarquías, hay que crear estados y fronteras. La derecha se dedica a poner límites para tener a las fieras controladas. Lo que pasa es que no hay fieras. Siguiendo el hilo argumental del pensamiento de derechas, el hombre no solo no habría salido de las cavernas, sino que todavía andaría a cuatro patas. Es su manera de entender a Darwin: el darwinismo social.

martes, 23 de enero de 2007

CON LAS COSAS DE COMER NO SE JUEGA


Enciendo la tele y no veo más que cocineros. Hay programas especializados, concursos, congresos, lecciones magistrales... El gorro blanco de tubo, que antes movía a risa, es reverenciado como si se tratase de la mitra papal. Ahora visten como científicos y gastan micrófonos inalámbricos. Se han cambiado hasta el nombre: son restauradores. En sus apariciones estelares explican pormenorizadamente lo que le están haciendo con un soplete a un trozo de foie-grass, que tampoco se llama ya así, claro. Crean platos de “fusión”, siempre minúsculos, con nombres que tardan más en deletrearse que en comerlos. Manosean la comida, componen platos con pinta de cuadros de Kandinsky, hablan de estructuras, atmósferas, nucleótidos, texturas y liofilizaciones. En la prensa han engordado las secciones de gastronomía como si estuvieran alimentadas por los platos de los que escriben. Los vinos han generado un nuevo género literario plagado de composiciones lingüísticas de mistérico alcance: “se estructura bien en boca dejando un largo retrogusto”. La gente habla de cuando comió en tal o cual restaurante, glosando la ambrosía que cataron. Los más atorrantes aseguran ser amigos de este o aquel chef de fama internacional.
¿De dónde ha salido todo esto? Pues del mismo sitio que el rally de Dakar o los pases de modelos. No es más que el ansia del “parvenu” por demostrar su sobrevenida abundancia. Somos un país de nuevos ricos que queremos olvidar a toda prisa que “con las cosas de comer no se juega”. Hasta aquí llegó la memoria histórica.

viernes, 19 de enero de 2007

UNA MAÑANA GRIS


¡Triiing! 8:30 A.M. Me levanto. ¿Quién soy?. ¿Tanto bebí ayer?. ¿Me queda algo de pelo?. Dudas. Más preguntas. ¿Qué tengo que hacer?. Respuesta: entrevistar a los responsables de una fundación de control de ong’s. Malestar. Ducha, vestimenta, café y carrera. Subo a un taxi y bajo de un taxi; curiosamente es el mismo coche. Aparezco en la Plaza de la Lealtad, justo entre el Ritz y la Bolsa. Territorio enemigo. Entro en un edificio con artesonados que creía que sólo se encontraban en el Museo del Prado, que está al lado, por cierto. Llego al cuarto piso. Vengo a ver a Fulanita de Tal (de los Tal y Tal de toda la vida). ¿Su nombre?. El mío. Pase por aquí y espere un momentito. Cruzo una docena de despachos forrados de maderas exóticas, amueblados con cueros de aúpa, sustentados por tarima de la buena y alfombras de las mil y una noches. Espero mientras hago como que pienso en los bosques amazónicos aserrados al cero, en los curtidores de Fez dejándose los pies entre cueros teñidos, en los niños irano-afgano-pakistano-hindúes tejiendo alfombras a dos piastras el metro. Entra una señorita muy fina y muy sonriente. Es Fulanita de Tal. Tras ella viene un niño con cara de niño, pero vestido de hombre, es decir, con corbata. Es Menganito de Cual. Hablan sin parar sobre ong’s, fines, medios, propósitos y despropósitos. Francamente, no entiendo nada. Usan un lenguaje tan críptico como los médicos, los abogados, los curas, los arquitectos. Sólo les falta hablar en latín. Intento aclarar los conceptos, meto baza en el maremagnum de palabras. No les gusta, aunque no saben por qué. Sorpresa, sonrisas, disimulos y buena educación. Fulanita porta joyas suficientes para mantener a toda la tribu de los indios pemoncitos durante una década. Menganito luce un peluco por el que en otros sitios la gente mata mucho. Abrevio. Más sorpresa. ¿No quiero saber nada más?. No. ¡Vaya, se nos ha olvidado ofrecerte un café o algo; qué descorteses somos!. No importa, el Ritz está aquí al lado, ya pasaré a tomarme algo. Salgo y cojo el autobús.

sábado, 13 de enero de 2007

CATEDRAL DE LA ALMUDENA


Es de noche. Recorro en taxi el Paseo de la Virgen del Puerto. Mirando hacia arriba, a la derecha, se ve iluminada la mole de la Catedral de la Almudena. Rivaliza con otro “moloch”: el Palacio Real. Pese a la arboleda de la zona y a la magia nocturna de los edificios iluminados, La Almudena no puede esconder su fealdad. La dichosa catedral de Madrid, tardíamente construida, hiede con una rancia olorisca de franquismo fin de siglo. Es la representación de una modernidad agonizante de puro vieja, es el revoque de fachada de la España más cripto-carca. Es horrible, hortera, innecesaria, anacrónica, absurda, insultante, inútil. Es un monumento a las bestias que se reproducen en el nido del poder. Habría que demolerla, mascullo desde el asiento trasero del taxi. Disfrutaría viendo cómo se cae a pedazos tamaño alarde de mal gusto y mala leche, semejante insulto al buen pensar, al buen ser.
El taxi sigue su camino. La catedral sale de foco. Sigo pensando. Si la Almudena se desmoronara como un castillo de arena, inevitablemente la reconstruirían. Presidentes, alcaldes, concejales y demás gentes de mal vivir esquilmarían los presupuestos públicos para derivar dineros hacia las magnas obras que han de realzar su ralea. Miserables pesetillas que podrían destinarse a cualquier otro fin se convertirían en piedra granítica para recomponer el horror. Los madrileños sufriríamos años de interminables obras, atascos de tráfico e inauguraciones fastuosas publicitadas por la barbarie mediática. Mejor que no se derrumbe.
Llego a Plaza de España. Los razonamientos siguen su curso con lógica inmisericorde. Se derrumbe la Almudena o siga en pie, la canalla de los sillones robará cuanto pueda de los fondos públicos; peor aún, los privatizará en breve plazo para dar cobertura legal al robo, al secular latrocinio del rico para con el pobre. La codicia de los poderosos no conoce límites, no precisa excusas, no cesa ni se arrepiente. Así pues, ¡que se caiga la Almudena!

miércoles, 10 de enero de 2007

LAGRIMAS DE COCODRILO



Como todos los niños, fui al circo alguna que otra vez. No era un espectáculo que me fascinara especialmente, siempre preferí el cine, pero tenía su punto excitante: lo que allí ocurría era de verdad. Con todo, lo encontraba premioso, los payasos no me hacían gracia, las fieras me defraudaban y los equilibristas —lo más emocionante y meritorio, a mi parecer— me creaban un estado de angustia que solía resolverse en lágrimas. Hay, sin embargo, un recuerdo referente al circo que ha quedado fuertemente grabado en mi memoria y que, curiosamente, lo viví, ya siendo un niño, con sensibilidad de adulto.
Había un circo a principios de los 60 que rondaba por los numerosos arrabales madrileños. Se llamaba, creo recordar, Circo Roma. Era una empresa de lo más menesterosa, con una carpa minúscula y parcheada que se levantaba en solares llenos de barro y con poca iluminación. Una vez se instaló cerca de mi colegio, en la zona que hoy es la prolongación de la calle Príncipe de Vergara, y que entonces no era más que una sucesión de descampados salteados de tristes edificios. La pista era un redondel de no más de 20 metros cuadrados y, francamente, no recuerdo bien más que uno de los números. Éste estaba anunciado por la calle con esa estética circense tan similar a la de los dibujos de portada del Capitán Trueno. El cartel en cuestión representaba a una amazona en bikini de pedrería luchando a brazo partido contra un enjambre de descomunales cocodrilos. La visión de esa señorita ligera de ropa dedicándose a tan peligrosa variante del bestialismo me produjo una sensación entonces indescriptible y ahora perfectamente reconocible. Si recuerdo tan vivamente ese número de circo es quizás por esa temprana pulsión mórbida, o a lo mejor por ser la primera vez que me di cuenta de lo mucho que dista entre lo que nos ofrecen y lo que realmente obtenemos.
Tras unos cuantos payasos, de los que apenas guardo registro más allá de que eran de la modalidad de el tonto y el augusto, apareció en escena el presentador haciendo una rutinaria glosa de lo peligroso del siguiente número. Un par de señores, cuyo disfraz de hindúes no podía ocultar su origen inequívocamente español, arrastraron hasta el centro de la pista una especie de cabina telefónica con ruedas que estaba llena de agua turbia. A continuación sacaron una pecera rectangular del tamaño de una maleta de la que extrajeron un cocodrilo de apenas un metro de largo. El saurio fue lanzado al interior de la cabina sin mayor miramiento y se hundió como una piedra. Con un redoble de tambor hizo acto de presencia la que yo esperaba que fuera la lúbrica señorita del cartel. Lo que allí apareció, sin embargo, fue una señora de tomo y lomo, una de esas españolas de ceja y bigote, pelo zaino, hombros poderosos, miembros recios y pecho montañoso; toda ella cefalotorax y abdomen. Lo único que recordaba la imagen del cartel era el bikini de pedrería, aunque no era tan sucinto como cabría esperar, sino que más bien estaba en la línea de las fajas con ballenas, tan en boga por aquellos años. Entre redobles de timbal, aquel megaterio subió por una escalera de mano y se zambulló en la ducha portátil que contenía al bicho. Éste, sabiendo la que le esperaba, empezó a dar vueltas como loco por aquella prisión de cristal buscando una imposible salida. La Maritornes circense no le dio la menor opción. Con la misma habilidad y dejadez con que una pollera descuartiza a las gallináceas, le hizo al pobre lagarto una llave que lo dejó convertido en una ese, y así lo estuvo martirizando un rato mientras subía y bajaba del cuadrilátero acuático para tomar aire, hacer espuma y simular —con evidente hastío— una lucha a vida o muerte. Tras unos minutos de abominable espectáculo, aquella pesadilla de Julio Romero de Torres decidió que ya se había ganado el jornal y soltó al bicho, que volvió a hundirse a plomo. La dominanta salió del agua, bajó las escaleras, se escurrió el pelo y recibió simultáneamente el aplauso del público y una bata de mugrientos brillos que le alcanzó uno de los hindúes apócrifos. El cocodrilo, mientras tanto, era sacado de su particular infierno sin ninguna gloria, o sea, por la cola. Colgando como una bayeta mojada fue introducido nuevamente en su pecera-maleta. Sentí una pena enorme por aquel animal, la verdad.

P.D.

Cuarenta años después de aquella visita al circo, mi hermano Pablo me ha mandado un cartel de un circo ambulante que, todavía hoy, funciona de pueblo en pueblo con el espactáculo de la moza y el saurio. Es el que encabeza este post.

sábado, 6 de enero de 2007

MUSICA NO, GRACIAS


Hola, me llamo Fulano de Tal. Puede que les suene mi nombre, aunque seguramente no saben por qué. Soy periodista, bueno, algo parecido. En realidad soy “crítico musical”, esto es, escribo sobre música en un sentido amplio: reseñas de conciertos, críticas de discos, entrevistas a artistas famosos, artículos y reportajes sobre el tema, etc. Nada del otro mundo, como ven, pero la cuestión tiene su intríngulis. Verán, tengo un secreto que pienso hacer público en este mismo instante: no me gusta la música. Tal cual. No me gusta. Ninguna. La aborrezco, y que conste que he escogido cuidadosamente el verbo: aborrecer. Me explicaré.
Desde muy joven, casi un adolescente, mejor aún, un niño, me gustaba horrores la música. Me compraba, si podía, todos los discos “modernos” que salían: Beatles, Rolling Stones, Animals, Kinks, Dylan, Joplin, Hendrix... Con el tiempo reuní una discoteca curiosa y empecé a estudiar la música algo más en serio: leía libros, revistas, me colaba en todos los conciertos y escuchaba las emisoras “enrrolladas” del momento. Ya en la facultad, la música cambió definitivamente mis titubeantes planes de futuro. Acabé dejando los estudios para dedicarme al periodismo musical en todas sus facetas. Era fantástico. Iba a los conciertos sin pagar, las compañías discográficas me mandaban las novedades a casa, hablaba por la radio, escribía en los periódicos, conocía a los artistas, me sentía una pieza más del engranaje de esa música nueva que estaba transformando el mundo en que vivíamos. Sin que tuviera un plan preconcebido, la profesión fue creciendo por dentro. Al poco tiempo me encontré siendo un personaje más o menos conocido dentro del mundillo musical.
Ahora han pasado ya muchos años y sigo en el mismo sitio. No me quejo. Pero sí, me quejo. Ya no me gusta la música. ¿Qué pasó?. Ese “mundillo” al que antes hacía referencia, el mismo que me parecía seductoramente atractivo años ha, se ha revelado de un cutrerío insoportable. Los conciertos, prueba del nueve de la música tal cual, me producen una absoluta repulsión. Calculo que habré visto unos cuatro o cinco mil. Siempre el mismo rito: lucha telefónica por las entradas, agobios con olor a humanidad, músicos tocando en la lejanía, sonido insoportable, bebidas de garrafa, personal infame al que saludar, tías buenas que nunca se catan, problemas para volver a casa... ¿Y todo por qué?. Por ver a alguien hacer una mala imitación de lo que suena en el disco. Y ya que hablamos de los discos, vamos a ellos. Todos los días aparecen por casa media docena. Nuevos. Es imposible escuchar tanta música. Además, la mayoría es infame, degradante, estulta, absurda, repetitiva, intrascendente, obvia, reiterativa, predecible, mala y fea. De los artistas mejor no hablar. Cuánto hubiera dado por no conocer a ninguno. Puede que si así hubiera sido saliera perdiendo unas cuantas amistades que valoro sinceramente, pero vaya lo uno por lo otro. ¡Qué grupito para darles de comer cicuta aparte!.
Esa es la realidad. Odio la música. Nada profesional, por supuesto, sólo es cosa personal. Ya sé que en la Mafia dicen esto al revés, pero es que la gente de campo vive en otro mundo. Aquí es así. Profesionalmente no tengo nada contra la música. Desarrollo mi trabajo sin ningún problema, aparte de los derivados de la escasa paga y la escalofriante inseguridad laboral. Quiero decir que mi repulsión por el fenómeno musical no representa obstáculo alguno para el correcto desarrollo de mi labor profesional. Yo hago mis deberes. Como ya no escucho los discos, los estudio. Pongo uno en el equipo; mientras suena leo las letras, los créditos, las hojas de promoción, las enciclopedias, tomo notas, consulto en Internet, busco en archivos artículos propios y ajenos... Me documento. Con los datos y la percepción acústica, formo un criterio adecuado al artículo que tengo que escribir, a la publicación que me lo requiere, al tono que me ha sido pedido, a las líneas que hay que escribir y al dinero que voy a cobrar. No es tan difícil. Es, sencillamente, un trabajo más.
Hace ya tiempo que me di cuenta de que esta era mi situación real. Al principio me costó asumirla, por lo miserable. Llegué a creer que si seguía en este trance sería presa del diván de cualquier psiquiatra lo suficientemente barato. No ha sido así, ya ven. Con el tiempo he descubierto que lo que me sucede es de lo más normal. No quiero decir con esto que haya hablado con otros colegas de profesión y nos hayamos sincerado detrás de unas copas, descubriendo alborozados que todos estamos aquejados del mismo mal. En absoluto. No me trato con esa gentuza. Si he hallado consuelo y compresión ha sido por un mero proceso deductivo. Un día me puse a pensar que este fenómeno de antipatía por la propia actividad debía ser algo común a cualquier profesión. Siguiendo ese hilo argumental llegué a la madre de todos los ovillos. ¡Estaba en lo cierto!. El Papa es, sin duda, el mayor ateo del mundo, pues en virtud de su cargo se supone que él debe tener línea directa con Dios, y como Dios no existe, nadie mejor que el mandamás del Vaticano para corroborar la engañifa eclesiástica. ¿Acaso tira de la manta?. Qué va, es un buen profesional, sabe mantener el tipo para que el negocio marche. No se deja influir por desengaños espirituales ni flaquezas morales. Lo que hay que hacer, hay que hacerlo, qué cojones. Mucha gente depende de él. Y el Papa no es el único caso. Cualquier líder nacionalista del mundo sabe que el cuento que está colándole a sus seguidores es una farsa. Lo sabe bien porque probablemente es él mismo quien se ha inventado los motivos por los que los habitantes de Villachica de Arriba son más listos, más altos, más buenos y más guapos que los de Villachica de Abajo. Sin embargo, pese a ser plenamente consciente de su engañifa, la repite, la potencia, la alarga, la convierte en dogma e incluso estará dispuesto a derramar toda la sangre ajena que sea necesaria para mantenerla. Hay mucho en juego: su vida, su patrimonio y las ilusiones de tantos y tantos compradores de la lotería racial.
Así está la cosa: cocineros anoréxicos que abominan de la comida, toreros que se marean cuando ven la sangre, médicos que ansían el exterminio masivo, militares que se apuntan a ong’s pacifistas, putas que sólo piensan en los Santos Evangelios y monjas que sólo piensan en follar. ¿Para qué seguir?. Pero, por favor, no me hablen de música.

SALUDOS AMIGOS


















Venciendo la resistencia a abrir puertas al campo, estrenamos este blog para solaz del personal asistente. No hay un propósito, no hay reglas y, lo que es peor, no hay pasta. Esperemos que haya risas. ¡En marcha!