jueves, 22 de marzo de 2007

¿QUÉ ES PEOR, UN NUEVO RICO O UN MILLONARIO DE LA ARISTOCRACIA?



Reconozcámoslo: somos un país de nuevos ricos. En las últimas décadas España se ha transformado espectacularmente. Los fondos de cohesión comunitarios han florecido como un plan Marshall exprés y han regado de millones un país secularmente pobre. Así las cosas, nos hemos convertido en un parque temático de nuevos ricos, de gente cuya bonanza sobrevenida les ha dejado con las vergüenzas al aire. Compramos, sin gusto ni criterio, segundas viviendas, cuatro por cuatros y ropa de Fulano de Tal. Lo que sea menos un libro. Aceptamos como zombies los nuevos menús y las nuevas minutas. Jugamos al golf, pagamos a arquitectos enloquecidos para que nos construyan monstruosidades carísimas y nos llevamos las manos a la cabeza por lo mal que habla español el servicio. Hacemos todo eso -y más- sin habernos quitado todavía el olor a ajo y aceitunas. Nos miramos el ombligo y lo encontramos pluscuamperfecto. Somos, coyunturalmente, unos triunfadores. Damos asco.

Antes no era así. El pueblo vivía de su ínfimo peculio, así que solo se podía ser rico en virtudes, ya fueran integradas o apocalípticas. Los ricos eran otros, los de siempre. Esos siguen siendo ricos, inmensamente ricos. Son gente que no es de este mundo. Son los dueños de la tierra, de las almas y de los intereses. Siguen partiendo el bacalao, aunque ya no son odiados ni reverenciados. Ahora simplemente los envidiamos. Esos seres que se creen íntimamente superiores por mor de su linaje de curso legal han venido a convertirse en el espejo en el que nos miramos. Vamos, pues, por el buen camino.

2 comentarios:

TRANSIDO dijo...

Desde luego la percepción es esta. Pero esa riqueza es aparente, o mejor virtual. Colectivamente nos creemos más ricos pero realmente estamos más endeudadados.

El crédito bancario o "crédito yugular" ha crecido tanto como el descrédito personal y colectivo.

Esta nueva riqueza del endeudamiento ha suprimido gastos superfluos como la propina, o las limosnas. Y ahí es dónde el ahorro ha echado raíces.

Y desde luego continuamos sin desprendernos del ajo. No hay más que ver la aspiración "neorrealista" de las películas de Almodovar, o mejor sus pesadillas.

Porque la única virtud de hoy es el escándalo. Todo aspira a ser escandaloso o a no ser; desde la política a las relaciones de "amistad", que han llegado a ser vejatorias, cargadas de insultos y agresiones, de competencia desleal.

Ya no se reparten dádivas sino miasmas, y quién no nos trasmite ladillas es que no nos tiene cariño.

Pero todavía hay gente que quiere estar al margen, y que a falta de poder vivir con dignidad únicamente aspira a morir sin perderla.

La ciudadanía invoca un secuestro colectivo, una abducción en masa, un arrebato histérico: el éxtasis mórbido de un absurdo que no se reconoce.

Zyra dijo...

«no son todos cavalleros quantos cavalgan cavallos; ni quantos arman cavalleros los reyes»
Ilustraría revivir la crónica medieval que heredamos para comprender porqué en este país las apariencias siguen estando por encima de las esencias.