viernes, 13 de abril de 2007

UNA EXCENTRICIDAD



Va uno por la calle y le pregunta al primero que pasa: ¿A usted le gusta la música? La respuesta, invariablemente, es sí. Pero lo más probable es que mienta. No se trata de una mentira a sabiendas, no es como cuando se le pregunta a la gente si le gusta leer, a lo que todo el mundo contesta que sí, cuando las estadísticas dicen que más de la mitad de los españoles no han leído ni un solo libro en toda su vida. Con respecto a la música hay un equívoco generalizado. La gente cree que le gusta la música porque consume música, pero no es lo mismo. Uno escucha música casi sin darse cuenta. No sucede igual con otras formas de arte. Para ver cine o teatro hay que buscar el momento, desplazarse a una sala concreta y pagar la entrada. La música, sin embargo, entra sola, es un sonido de fondo que nos acompaña en todas partes, la mayoría de las veces sin elegirlo ni buscarlo. Y como la industria de la música genera constantemente somas perfectamente digeribles, quien más quien menos, todos nos encontramos tarareando una tonadilla resultona en algún momento. ¿Nos gusta? No, la usamos.



La música se ha usado siempre. Ese es el origen de los folclores, músicas que se usaban para trabajar, para las bodas o para las fiestas. Músicas más elaboradas, músicas cortesanas, eran solo patrimonio de unos pocos, gente elegida, cultivada. Fue así hasta la invención de los primeros fonógrafos. A lo largo del siglo XX la música se popularizó de una manera nunca vista. La gente tuvo, por primera vez en la historia, acceso a todo tipo de músicas. Durante un tiempo, la música estuvo en pie de igualdad con otras artes: quien gustaba de ella podía disfrutarla a placer, y a quien no le hiciera gracia, podía darle de lado. Y en esto llegó el rock. Durante la década de los sesenta, el rock fue la banda sonora de una revolución social a escala mundial. Estuvo muy bien, la verdad. Lo malo es que ahora vivimos la resaca. El rock -en todas sus derivaciones- se ha convertido en el primer folclore global que jamás haya existido, de manera que todo el mundo lo usa, pero poca gente lo escucha.



¿Cuál es la diferencia entre usar y escuchar? Es frecuente encontrar gente que asegura rotundamente que “la música que se hace ahora es una mierda; para música, la de mis tiempos”. Lo que están queriendo decir es que la única música que escucharon con alguna atención fue la de sus tiempos, o sea, la de cuando eran jóvenes. A este respecto no hay que olvidar el eterno eslogan del rock y similares: “para ti que eres joven”. Tendemos a pensar, pues, que no se hacen ahora músicas tan evocadoras como cuando éramos jóvenes. Falso. Cada vez se hace más y mejor música. Bien es cierto que la mayoría no pasa del calificativo de “producto” que les dan las propias compañías discográficas, pero entre tanto “producto” siempre hay algo de chicha de verdad, y la proporción entre lo aprovechable y lo desechable no ha variado significativamente en décadas. Lo malo es que la buena música está sepultada entre toneladas de detritus sonoros.



Entonces, ¿por qué no hay gusto por la música? La respuesta, como para cualquier otro arte, es la misma: por falta de educación. En este sentido, la situación varía de un país a otro. En Alemania, donde es más difícil encontrar alguien que no sepa tocar ningún instrumento que al revés, hay algo más de aprecio por la música que en España, por poner un ejemplo. Aquí salimos del bachillerato en un estado de virginidad cultural tan aséptico que es posible hacer creer a todo el país cualquier cosa: que Almodovar es un gran cineasta, que Elvira Lindo es una buena escritora o que Raphael es un genio. Hay muchos más ejemplos: ponlos tu mismo.



Tengo colegas con los que hablo, cual letanía largamente fermentada, de lo mala que está la profesión, la de periodista musical, se entiende. ¿Y cómo no iba a estarlo? ¿A quién le puede interesar en España la información musical? En los momentos más calientes de la tan manoseada “movida” vivimos el espejismo de que algo se estaba moviendo realmente. Solo era el lejano run run de las máquinas registradoras. A día de hoy, todo está en su sitio, por lo menos en lo que a la música respecta: no le interesa a nadie. Las revistas musicales tienen tiradas de risa, las radios están encalladas en la payola institucionalizada, la tele no quiere saber nada del asunto... Ser periodista musical en España es como ser periodista taurino en Bristol: una excentricidad.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Caballo prieto azabache
cómo olvidar que te debo la vida,
cuando iban a fusilarme
las fuerzas leales de Pancho Villa.

Cómo pretenden que yo,
que lo cuidé de potrillo,
clave en su pecho un cuchillo
porque el patrón lo ordenó.

La abandoné porque me fue preciso,
Que así abandono la mujer que a mí me ofenda;
Voy a buscar otro amor que me comprenda
Y a ese lo olvido cada día más y más.

No me dejes
No voy a llorar más
No voy a hablar más
Me esconderé ahí
Para verte
Bailar y sonreir
Y para oírte
Cantar y luego reír
Déjame llegar a ser
La sombra de tu sombra
La mano de tu mano
La sombra de tu perro
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes



Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno
maldigo el fuego del horno
porque mi alma está de luto
maldigo los estatutos
del tiempo con sus bochornos
cuánto será mi dolor.

Maldigo la cordillera
de Los Andes y de la Costa
maldigo señor la angosta
y larga faja de tierra
también la paz y la guerra
lo franco y lo veleidoso
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo está muerto
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso
cuánto será mi dolor.


Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y el otoño y el calor
yo lo maldigo de veras
a la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto
maldigo el viento entero
con el verano embustero
maldigo profano y canto
cuánto será mi dolor.

Maldigo a la solitaria
figura de la bandera
maldigo cualquier emblema
la Venus y la araucaria
el trino y la canaria
el cosmos y sus planetas
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas
cuánto será mi dolor.

Maldigo luna y paisaje
los valles y los desiertos
maldigo muerto por muerto
y al vivo del rey o paje
al ave con su plumaje
yo la maldigo a porfía
las aulas, las sacristías
porque me aflije un dolor
maldigo el vocablo amor
con toda su porquería
cuánto será mi dolor.

Maldigo por fin lo blanco
lo negro con lo amarillo
obispos y monaguillos
ministros y predicantes
yo los maldigo llorando
lo libre y lo prisionero
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero
cuánto será mi dolor.

Anónimo dijo...

La culpa de todo
La tiene Yoko Ono.

Anónimo dijo...

gran estilo el tuyo y el de quienes te comentan
envidia!
abrazo
bg

Anónimo dijo...

De hecho, yo consumo -incluso produzco- mucha música y todavía no estoy seguro de si me gusta de verdad. Y lo medito muy a menudo, cosa que con otros artes no me ocurre. Estoy seguro de que me gusta la pintura, por ejemplo. Pero el hecho de que la música se desarrolle en el tiempo en lugar de en el espacio le otorga una intangibilidad muy poética, sí, pero que me resulta poco satisfactoria en muchas ocasiones en las que me gustaría apreciar determinado instante con calma. Es más, debido a esta condición inmaterial que inquieta creo que surgió el fetichismo de sus soportes y, ahora que los soportes comerciales desaparecen, el fetichismo de los reproductores.

Anónimo dijo...

A la palabra le pasó lo mismo cuando fue escrita y reproducida. Se materializó.

Se conservan ciertas tradiciones orales. Pero, ¿cuanta gente lee un poema en voz alta, o se lo aprende para recitarlo a su antojo?.

¿Podríamos decir que la poesía ha sido secuestrada como la música desde el momento en que se materializan, en el que pierden su condición de efímeros o intangibles para convertirse en plausibles y objetuales?.

La máquina ha suplantado al hombre.
La industria al artesano.
El objeto al sujeto.
El fetiche al...

Anónimo dijo...

Ervigilante dice:
Razon,Tienes razon,busco silencio y no lo encuentro,siempre suena un ruido horrendo denominado musica por las cadenas comerciales.
Solo busco minutos de musica pero minutos gloriosos,como un buen polvo,como un exquisito plato,y esos hijos de puta con sus listas de los mas vendidos,mierda para alimentar a millones de moscas,ya sabes,ciento diez mil millones de moscas no pueden equivocarse,come mierda.
Ervigilante.